¡Gracias calandria:
por las voces en el aire
y en el alma!
¡Fuera pitogué!,
clamaba la vecina,
en plena siesta.
Un calor tenaz.
Silencio en la tarde.
¡Canta chicharra!
Las corbatitas
con su canto ensamblan
cielo y tierra.
El relámpago
nos cautiva en la playa.
Nos abrazamos.
La chamarrita,
lejana y de mis pagos,
me hace llorar.
Omar Lagraña
