La experiencia poético-artística

“Poesía” proviene de poiesis, que quiere decir “creación”.

¿Cuántas veces hemos visto o escuchado la frase “la poesía de la vida” en algún lado? ¿A qué nos referimos cuando decimos esto? Desde el sentido común, podemos decir que tiene que ver con enfocarnos en la parte “bella” de la vida, en su estética, en lo que provoca novedad, sorpresa o asombro, motivación, en contraposición con lo rutinario, lo inamovible, lo incuestionable, lo sistemático, lo reglado y escueto. Podemos ponernos de acuerdo en que, poesía no sólo refiere al acto de creación por escritura, sino también a la creación como movimiento, acción. Crear es accionar, y accionar es estar vivo.

El lente con el que miramos la vida configura la manera en que sentimos el mundo y por consiguiente, cómo actuamos. La mirada poética es otra forma de mirar, en donde la afectividad vuelve al foco. Por medio de la afectividad establecemos un diálogo con el mundo, todo lo que percibimos se transforma en sensación, emoción y sentimiento. Estos forman parte del mundo de la afectividad. Nuestros pensamientos, razonamientos e iniciativas; trabajar, relajarnos, comprar, investigar, comer… todos comienzan y terminan con un afecto. Un científico, un pensador, ¿cómo lidia con los conflictos, los sesgos?, ¿cómo establece sus prioridades? a través del sentir, un sentir del que probablemente no esté al tanto la mayor parte del tiempo. Cuando completamos un pensamiento o una acción, ¿qué hay luego? Una vida se siente bien vivida cuando unx ha podido conectar con el sentir, si ha atendido a su afectividad.

Mirar de manera poético-artística es salirnos un rato de nosotros mismos para ver qué más nos pueden decir las cosas que nos rodean a través de nuestra afectividad, cómo las sentimos. Cómo sentimos sus colores, sonidos, texturas, como también, aquello que hemos vivido recientemente y nos ha provocado algún que otro sentimiento más o menos fuerte. Se trata de un diálogo en donde todo lo que se ve, se escucha, se toca, se huele y se recuerda, cobra importancia. Mirar así expande el horizonte interior, puesto que se ve más allá en aquello que en principio es sin fondo, un ver más allá por obra de la memoria, por traer las vivencias pasadas, invocar a la imaginación, los vestigios de lo ancestral y la actualidad de lo cotidiano del aquí y ahora.

Para Paul Ricoeur, la imaginación produce una síntesis de lo heterogéneo: asocia a las cosas y sus características en un todo único, con sentido, porque lo que en principio se percibía como separado o simple, adquiere otra cara en la agrupación de la imaginación creativa. Y de repente, aquello que quizás estaba rodeado por oscuridad, al ser reconocido, aleja la confusión y aparece la armonía. Los objetos y lo que hemos vivido se convierten en presencia a través de la mirada artística (la de la poesía, de la música, el dibujo, etc.). Dice Ricoeur que debido a lo rutinario, es como si estuviéramos perdidos en medio de los objetos, separados del centro de nuestra existencia, pero la apropiación por el arte del mundo y lo que lo conforma, nos provoca una experiencia en donde se nos satisface un deseo originario, presente en todos nosotros, y es el del anhelo de sentido, significado. Esto nos inclina a la ficción, a la metáfora, al mito, al arte.

Sartre dice que “al contar la historia todo cambia”, el pensamiento artístico/poético/metafórico produce una metamorfosis en nosotros. Hacemos nuestro aquello de lo que estamos separados, y por eso, el arte es también político, porque nos conecta con todo lo que es, nos hace ver todos sus aspectos y posibilidades, y nos une con la especie.

Rocío Almeida