
¡Oh, el Café Tokio!
Dueño de las bohemias
en los billares.
La era de cines
en la airosa Concordia.
Allá, tan lejos…
Aquellos carros,
Barraca Americana,
fueron Heraldos…
¡Ah, en el Puerto!
sólo estibadores
y sus tristezas.
No queda duda:
veredas y sillones
son nuestro asilo.
¿Por qué arena,
te fuiste sin aviso
de nuestras playas?
Omar Lagraña
