Entrevista a Marina Marchen, María Ema Papetti y Tomasa López
por Fany Postan
Se podría escribir un libro, o infinitos, sobre mujeres, niñes y plazas: el espacio público como hábitat de primeros encuentros y resistencias, de lo imprevisible, del cuento y las narraciones. Las entrevistadas hoy, Marina Marchen, María Ema Papetti y Tomasa López, son dueñas de un gesto en las plazas de Concordia: tiran mantas sobre el pasto o playón y comparten con las gurisas y gurises un montón de libros. Este gesto lleva el nombre de Biblioteca Andante de Pirí Hué, que empezó a fines de 2017 y continúa inaugurando “caminos lectores”.
La Biblioteca Andante nació a partir de un proyecto de la Cooperativa y Red de Comercio Justo Pirí Hué. Las convocó Manuela Palma con la idea de que una parte de la ganancia por la compra de los productos sea destinada a proyectos sociales para la difusión de la cultura. Con un primer presupuesto se compraron libros y a partir de ese momento empezaron a andar, al comienzo acompañando las entregas en Plaza España o Plaza 25 de Mayo, para luego recorrer las plazas de los distintos barrios de Concordia de manera periódica. “Allí llegamos nosotros con los banderines, con mantas, con libros, con almohadones, y los chicos que se comienzan a acercar”, cuenta María Ema.
Crecer en la lectura

Sobre la decisión y el sentido de ir a las plazas de la ciudad, Tomi expresa: “En vez de ir a la Plaza 25, donde hay bibliotecas o la mayor parte de chicos tienen acceso a los libros, nos vamos a La Bianca. Y no a la plaza principal de la Bianca, por decirlo así, sino a la de más atrás. Y ahí nos encontramos con una población que nos capturó, y que también los capturamos a ellos, porque son los más antiguos. Permanecen todos y se siguen sumando”. “Nos han confundido con todo – cuenta Marina – con la iglesia, con testigos de Jehová, con vendedoras…” “Ahora en muchísimos lugares nos ven y con una confianza les dicen a los niños que vayan a leer, nos preguntan qué días estamos, cuándo vamos a volver… eso se da en los espacios públicos”, agrega Tomi.
“Si miramos hacia atrás, ese andar en esos inicios era más de conocimiento: del territorio, de qué va a pasar, cómo lo vamos a hacer, cómo serán los tiempos”, cuenta Marina. “Nos fuimos organizando y al día de hoy hay una agenda más marcada, un conocimiento más profundo de los lugares, de los barrios de nuestra ciudad… nos vamos sorprendiendo mucho”. “Al volver con cierta regularidad – dice Tomasa, tenemos después de cuatro años, con un año de pandemia en el medio, un público asegurado en algunas plazas. Siempre aparecen nuevos, pero hay chicos que han estado siempre, es decir que son nuestros amigos de esas plazas desde los inicios”. “Hay grupos que los hemos visto crecer… crecer en su lectura” – cuenta Marina. “Me acuerdo del chiquitín de la Bianca, del asentamiento, que lo conocimos cuando estaba en nivel inicial, ahora está en primaria y es un gurisito que lee”.
“Vamos a otros lugares – cuenta María Ema: a una biblioteca que funciona en La Bianca hace unos cuantos años, frente a la plaza, que tiene de bibliotecaria a una maestra jubilada que promueve mucho la lectura. También fuimos convocadas a “Pal’ Rio”, la Cooperativa de los Pescadores, en Zona Sur”. Las andanzas de la Biblioteca Andante de Pirí Hué y de la Cooperativa de los Pescadores empezaron casi a la par. Tomasa relata que hacían talleres en la vereda de la casa de uno de los pescadores, luego dentro de la casa donde funcionaba un merendero. Allí iban los sábados y se encontraban con “los gurises del barrio”. Con la pandemia esta comunión se vio interrumpida hasta el año pasado. “Nuestro deseo era volver con ellos porque prácticamente habíamos empezado juntos. Y como ellos ahora tienen el local ‘Pal’ Río’, vamos a ese lugar y ellos llevan a los chicos ahí”.

Las tres coinciden e insisten en la idea del leer por leer y de empezar de a poquito. “La lectura no como utilitaria si no de disfrute, recreativa: busco, elijo el libro, lo dejo si no me interesa, busco otro – dice María Ema. El tema de la literatura y el lenguaje es abrir puertas a otros mundos, a otras miradas, por eso como decía Tomi lo repensamos y nos fuimos a las plazas de los barrios donde los chicos tienen menos posibilidades de acceso a los libros”. “Son niñes todos – dice Tomi, pero unos tienen más acceso y otras posibilidades. Esto de acercar libros a los chicos no es diferente, simplemente que la mayor parte de estos hacen su primer acercamiento a un libro, y ahí te das cuenta el deseo que tienen por leer y tener libros”.
La lectura como vínculo
Las gestoras de la Biblioteca Andante de Pirí Hué coinciden también en que la experiencia de lectura es una construcción colectiva. “A veces leemos nosotros, a veces se narra un cuento, y a veces son ellos que con libros álbumes, que son sobre todo imágenes con pocas palabras, van creando y diciendo”.“Lo que posibilita mucho el libro álbum – agrega Marina, es fijar la atención, que es otra capacidad que los chicos van desarrollando, porque requiere detenerse un tiempo para ir descubriendo lo que pasa en esa historia. Esto para los chicos que se están iniciando en su proceso de alfabetización es básico. Al principio se da esto de ‘yo no sé leer’, que es un mensaje que reciben muchas veces en la escuela o en otro contexto, que ‘todavía no sabe leer’. Y lo que facilita en estos inicios es decirles ‘Sí, sabés leer’. Y ellos se sorprenden. Una imagen que se puede contar, que se puede narrar: esto también es leer, son los primeros pasitos”.
Marina ahonda en esta idea-eje de la Biblio que es habilitar la palabra: “Podemos hablar y llenarnos de palabras, pero habilitar no es reproducir, es que haya un otro que te está escuchando, que te está prestando atención, es darle lugar a tu propia palabra.” Tomi agrega: “Que en la plaza alguien se siente con ellos, los mire desde otro lado y se quede un rato… creo que ese acto de amor es lo esencial y que la lectura no se puede dar si no está ese acto de amor, de entrega, de vínculo.”
“Los libros siempre convocan, esencialmente a los niños” – dice Tomi. “Intentamos que esta selección de libros sea acordada, husmeamos en las editoriales que ya conocemos, sabemos dónde poner el ojo” – cuenta Marina, y Tomi agrega: “Son libros de literatura infantil recomendada, hay una gran variedad de libros álbum de primerísima calidad, bellísimos, que atrapan a los chicos. Los mismos adultos se acercan y preguntan: ¿Y estos libros existen? ¿De dónde los sacan?”. “Vemos que la gente tiene esa necesidad y ese deseo de que su hijo lea – dice Tomi. Eso me genera una gran alegría. El otro día en el trueque, en la plaza en frente de la UNER, una mujer del barrio Nueva Esperanza nos preguntó cuándo vamos a estar por allá… Lo más cerca que vamos es al Agua Patito, ah pero también le queda a trasmano… Ese deseo de esas mamás de que sus hijos lean.”
Las niñas lectoras

“El libro es el puente – dice Marina, es la puertita de entrada para todo. Esto es muy común en este camino lector: la misma historia, el mismo cuento, el querer volver a escuchar esto. Ya van y buscan ese libro… Ahí se empieza a notar ese bichito, esos primeros inicios de decir estoy eligiendo lo que quiero leer, y no esta lectura sistemática, técnica…”. “Yo por ejemplo vengo de la escuela que nos paraban al lado del pupitre y nos tomaban lectura. Mis puentecitos fueron mi abuela, la vecina, mi hermana… Mi abuela, que tenía hasta tercer grado, insistía en leer, pero desde el lugar del placer. Empezamos con Lorca, es muy emocionante, la iaia leía los poemas y yo construía los personajes en mi cabeza”. “Mi abuelo era Tano, y la imagen que tengo de él que creo que se murió cuando yo tenía 5 años, es el tano leyendo. Y mi papá, que tenía dificultades en la escuela y después siguió “arte y oficio”, era un lector empedernido. En la escuela de Santa Fe me pasaba un recreo en la escuela y las monjas me regalaban libros. Mis tías que vivían todas lejos me regalaban libros, el vecino también. Mi papá además nos narraba. Antes era muy común que te narraran, era un placer”.
En el caso de Tomasa, su camino de lectora empieza en el campo. “Conozco la naturaleza desde los inicios y ahí empieza este recorrido”, cuenta. “No teníamos muchos libros pero siempre leíamos revistas. Mi papá se encargaba de traer cuando iba al pueblo, porque vivíamos lejos. Traía todos los meses la revista Labores para mi mamá y a nosotros nos traía la revista Billiken, Anteojito, Patoruzú, Patoruzito.”
La Biblioteca Andante está volviendo a cada plaza cada dos o tres semanas, por más que esté girando todas las semanas, porque son varias las plazas que visitan. El viernes 24 de junio irán a la Plaza Primera Junta, en Tavella y Ricardo Rojas. El sábado 24 estarán en Pal’ Río y el lunes 27 en la plaza General San Martín, en el barrio 2 de Abril.
