Entrevista a María Eugenia Igual |
Por Fany Postan |
La Escuela Popular Pasos (EPPA) es un espacio de la gurisada en el barrio Llamarada. Nació en 2015 con una propuesta de apoyo escolar pero al poco tiempo el grupo de “profes” comprendieron que las necesidades de los y las gurisas eran más profundas. En 2017 compraron a una vecina una casita con patio y levantaron, junto con la gurisada atornillando, la escuelita que aún está en construcción. En 2018, en comunión con el Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE), se conformó la Asamblea Barrial y empezaron los reclamos a la Municipalidad. Entonces llegaron los servicios, los recursos, los operativos, y todo funcionaba en ese mismo espacio, incluyendo la olla popular sostenida por un grupo de mujeres del barrio. María Eugenia Igual (Maru) acompaña este proyecto desde su inicio, como gestora cultural externa al barrio. “En mi infancia nunca tuve un lugar donde sabía que iba y la pasaba bien, donde tomaba una merienda, me escuchaban, hacía lo que yo sentía y no me juzgaban, y la EPPA es eso. Me encantaría pensar que es un refugio para un montón de cosas”.
¿Querés contarme la historia de la EPPA? Sobre todo desde que estás vos…
En realidad desde que estoy yo es el inicio. En el 2015 fuimos con mi prima y una amiga de ella a una charla que dio Marta Peloni en la UNER. Había un matrimonio delante nuestro que en el recreo nos preguntó si trabajábamos en el barrio Silencio haciendo clases de apoyo. Les dije que no. Y ahí Raúl, que estaba con Carmen Etchart y juntos trabajaban en el Barrio Llamarada con Cáritas, nos dijo que necesitaban que vayamos a dar clases de apoyo porque los niños y las niñas del barrio no terminaban la escuela. Había gente que ya había ido, pero empezaban y dejaban. Necesitaban que alguien se comprometa por lo menos un año a dar clases de apoyo. Mi prima le dijo que sí. Y fueron a relevar el barrio, a ver cuántos niños y niñas necesitaban clases. A ese primer relevamiento no me sumé. De hecho, yo no me iba a sumar al proyecto porque andaba en otra. Llamé a mi prima para ver cómo le había ido y me dijo que eran como 30 gurises. “¿Querés que vaya y los ayude?” “Bueno, dale”. Así que el primer día fui yo con las gurisas y ya no me fui más. Entramos con ellos, que en ese momento estaban con Cáritas en la iglesia Itatí. Son un matrimonio de personas grandes, muy particulares, muy especiales, muy hermosas. Los primeros años siempre me acompañaron, estuvieron muy presentes. Después por la pandemia estuvieron más alejados, con problemas de salud. Son personas muy inspiradoras que venían haciendo laburo de territorio hace mucho tiempo, de hecho Raúl tiene una historia villera de larga data. Con ellos estuvimos trabajando. 2015 fue todo clases de apoyo, llevar material, repartirnos la gurisada. Después nos dábamos cuenta de que en realidad la necesidad de la gurisada era otra: esta cuestión de estar cerca, de hablar, de dibujar, de expresarse, de sentirse acompañado. Al principio de ese año se sumó Jesús, que ya venía con una impronta de pedagogía Waldorf y otro tipo de educación que yo no conocía ni sabía que era posible. Y propusimos al año siguiente darle una vuelta de tuerca al espacio de la escuelita. Al año siguiente mi prima y sus amigas se bajaron y seguimos Jesús, Lauri, no sé si estaban Tincho y Nacho Albañil ya, y yo. Ese año fue estar más atentos a las necesidades de la gurisada y acompañar esos procesos. Esa fue la semilla de lo que es la EPPA hoy en día.
En el 2015 estuvimos en el patio de la casa de unos vecinos por calle Nogoyá y el 2016 en una capilla que un padre de religión evangelista nos ofreció porque su nieta iba a la escuelita. Construimos un baúl para guardar las cosas y armábamos los espacios de arte, de música, para aprender a leer y a escribir… Íbamos sumando actividades en función de lo que la gurisada nos pedía. En 2017, recorriendo el barrio, nos pusimos a hablar con una vecina para preguntarle por un terreno en el que veíamos que no vivía nadie, para ver si había posibilidad de que nos lo vendiera o donara para hacer la escuelita. Era Albina. Ella nos dijo que sí, que ella no nos lo podía vender porque el espacio no tenía papeles, pero que nos podía vender la construcción que estaba ahí que si la había hecho ella. Lo fuimos pagando en cuotas. Una bruja hermosa Albina. Empezamos a limpiar el espacio con la gurisada. Todo era con la gurisada. La idea era que ellos fueran parte protagonista de todo lo que sucedía. Nuestra intervención siempre fue con les niñes. Las veces que queríamos convocar a les adultes no teníamos éxito, no se acercaban. Empezamos a funcionar ahí, en el patio. Siempre el patio como protagonista. Acomodábamos una mesa o lo que teníamos, improvisábamos, jugábamos ahí, hacíamos acrobacias… de a poco íbamos recibiendo donaciones de sillitas. Habíamos hecho un caballete con un tablón. Conseguíamos libros, hojas, lápices… La mayoría de cosas venían de donaciones, porque siempre fue todo autogestivo. Y después de cada jornada una leche con avena o fruta. Después pedimos materiales a CTM. Y pedimos que nos asesore Martín Sanchez Acosta, que es un ingeniero del INTA. Martín fue clave para la EPPA. De hecho hoy me estaba mandando un mensaje con él. Él ya es parte de la escuelita. Un ingeniero que tiene una trayectoria muy extensa y siempre la puso al servicio, y eso para mí no tiene precio. De hecho nos ayudó a conseguir la mayoría de los materiales para construir la escuelita. Nos asesoró y guió todo el tiempo. Desde el 2018 hasta ahora, que la escuelita todavía no está terminada, seguimos en contacto con él. Nos sigue acompañando. Y pasó un montón de tiempo. En el 2018 empezó el proceso de construcción física de la escuelita, con un tipo de construcción canadiense que se usa en Canadá y Estados Unidos, por su capacidad, su aislación, sus propiedades termoacústicas y la facilidad que te da para construir… Se puede hacer por autoconstrucción. La idea era transmitir eso, que cualquiera podría aprender y hacer su casa de madera. Pero hacerla bien y tener condiciones confortables dentro de su hogar. Y lo hicimos con la gurisada clavando. Hay muchas fotos.
Al año siguiente o ese 2018 se sumó el Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE) y empezamos a militar ahí dentro. Se hizo la Asamblea Barrial y empezaron a haber reclamos a la Municipalidad. La gente del barrio empezó a sumarse y a participar más activamente, a tomar las riendas, a entender que es un derecho vivir dignamente. En esas asambleas se organizaba y se pensaba cómo se iba a reclamar, cómo se iba a actuar. Y bueno, empezaron a llegar los servicios, los recursos, operativos… Y todo funcionaba siempre en la escuelita. Se hicieron operativos de vacunación, testeo, castración, peluquería, DNI… un montón de cosas con esa movida asamblearia que se había empezado a generar con les adultes. Ahí la gurisada empezó a quedar un poquito al costado. Pero bueno, yo siempre digo que la EPPA es un proyecto tan amplio, que fue mutando en función de las necesidades. Era un momento en que la gurisada estaba joya pero también necesitaba vivir en un lugar donde hubiera alumbrado público, agua potable, un plato de comida. Y todas esas cosas nosotros desde la EPPA no lográbamos alcanzar, porque teníamos otra actividad. Que surja toda esta movida asamblearia, que luego se incorpore el movimiento, fue clave para realmente pensar una vida digna para todes, para toda esa gurisada que existía ahí. Y así se fue dando. Empezó a llegar el alumbrado público y la gurisada ya andaba de noche jugando. Se luchó por un espacio y ahora la gurisada tiene una placita para jugar, que todavía no está terminada pero antes no existía. Estaba la calle para jugar a la bolita pero no había un espacio común. Hemos hecho fiestas del día del niñe, se remontan barriletes, se juega a la pelota.
El 2019 fue más organizado. El MTE empezó a funcionar con diferentes ramas dentro de Llamarada, en conjunto con el trabajo que ya existía en el territorio, en este caso con la Cooperativa de Benito Legerén de Pescadores Artesanales, la Asociación de acá de Zona Sur y la escuelita. Una de las ramas claves era la sociocomunitaria, que son las compañeras que sostenían la Olla Popular. Al principio la hacían ad honorem con todo este reclamo de alimentos. La Municipalidad empezó a bajar la carne, la verdura. Después se gestionó a través del movimiento por otro lado, porque la Municipalidad te da pero hasta ahí, y te da cuando quiere. La incorporación del movimiento significaba asegurarse que la olla y la comida para los gurises estuviera segura y no cuando el gobierno de turno te quisiera dar algo. Entonces empezó a funcionar la olla en la escuelita. La otra rama es la de construcción. Los compañeros que están dentro de esa rama empezaron a hacer obra para mejorar todos esos espacios públicos, ayudaron a armar la escuelita. Son los que hicieron el comedor y salón de usos múltiples que se está terminando en el barrio. Fueron los que ayudaron a hacer la placita. Y un montón de cosas que se han hecho en el barrio. Fue clave también la incorporación del movimiento porque es un trabajo y la idea es que fuera remunerado, por lo menos con un salario mínimo. Empezaron a funcionar todos estos oficios populares y a ser reconocidos.
¿Quién baja los sueldos?
Del Ministerio de Desarrollo de la Nación, por ley para los asesores comunitarios. Por lo general quienes gestionan y organizan o bajan son los movimientos sociales. Y en este caso el movimiento al que nosotros nos sumamos es el MTE. Digo nosotros pero en realidad yo ya no formo más parte del movimiento, pero la mayoría de las compañeras sí.
¿Vos en la escuelita tenés un sueldo?
No. Cuando empezamos a militar dentro del movimiento sí cobrábamos salarios pero nuestra tarea era ser compañeres militantes. Acompañábamos a estos espacios. Entonces no solamente estábamos en el Llamarada sino también en los otros territorios donde el movimiento estaba funcionando: Zona Sur y Legerén. En ese momento yo ya no estaba acompañando a la EPPA. La escuelita no se estaba abriendo porque la actividad era otra. Yo estaba acompañando la rama construcción y no podía estar presente en las dos cosas. Y así estuvo un tiempo, siendo ocupada pero no por la gurisada sino por les adultes cubriendo otras necesidades. Yo estuve en el movimiento hasta el 2020. Ahí me bajé y dejé de percibir el salario, que no lo tenía por la EPPA sino por el laburo de militante. Le empecé a meter fichas a la EPPA: volver al inicio, a las raíces. Y ahí se empieza a dar todo un proceso, antes de que empiece la pandemia, de reflotar la escuela. Entonces se empieza a consolidar un grupo de mujeres muy lindo, muy interesante, que si bien hoy en día no están todas las que habíamos estado en ese momento, quedaron varias y yo, que era externa al barrio. Y ninguna de nosotras percibimos un sueldo por ese trabajo en la escuelita. Hace un tiempo ya le dije a las gurisas que mi idea es soltar la parte de estar en la EPPA porque la EPPA es de ellas, del barrio, de la gurisada, y yo estoy embarazada y quiero disfrutar de eso. Sigo acompañando pero mi idea es acompañar desde otro lugar. Me interesa que sea el barrio quien gestione, administre, organice ese espacio, porque es del barrio. Y es de la gurisada. Si las cosas van bien, uno podría soltar y eso debería seguir funcionando. Era el desafío: si habíamos hecho las cosas bien eso debería seguir parado. Y sigue sucediendo, así que muy orgullosa de las compañeras y de todo el laburo hecho, de todas las personas que pasaron, que son un montón. Y todas ellas fueron marcando lo que es la EPPA hoy.
¿Hoy están los mismos gurises que arrancaron en 2015?
No, fueron cambiando. Los protagonistas o son pequeñes, de 0 a 11, 12 años, o son grandes, adultas, las que hacen la olla. Pero la parte de los adolescentes… eso siempre faltó. Entonces desde 2015 hasta 2021 te imaginarás que muchos de ellos son adolescentes y ya no van más. Aparte a medida que la escuelita se fue moviendo de lugar, el público se renovó. En cada cuadra ya era todo un mundo. Hoy en día de los que estaban del inicio, la más antigua es la Belén, es la duende, de las primeras, era chiquitita cuando arrancó.
La EPPA no es una alternativa a la escuela de la educación tradicional. Es un espacio de juego, donde vos vas a expresarte, donde vas a conocer cosas nuevas, donde vas a compartir. Yo en mi infancia nunca tuve un lugar donde sabía que iba, la pasaba bien, tomaba una merienda, me escuchaban, hacía lo que yo sentía y no me juzgaban. Y la EPPA es eso. Me encantaría pensar que es un refugio para un montón de cosas. Pero bueno, no es una escuela propiamente dicha, no es que necesariamente se enseña a leer, donde siempre se dan clases de apoyo… no. Se va dando en función de lo que va sucediendo ahí y de quiénes van. Hay épocas donde van chicos y chicas por algún motivo y épocas donde ya no. Va mutando.
El tema de les adolescentes … Es un desafío que permanezcan en estos espacios y es a su vez importante para que el colectivo sea autogestivo. Podría ser una propuesta de empoderamiento. ¿Cómo es para vos trabajar con gurises y en un barrio popular?
Me cuesta pensar que haya una diferencia. Podría decir en general: trabajar con niñes. La Lili una vez me dijo que les niñes son una fuente inagotable de aprendizaje y conocimiento. Y realmente lo siento así, nunca termina, todo el tiempo estás aprendiendo. Son un desafío. Me cuesta ya vivir en el mundo adulto. Hoy estaba pensando que laburamos muchísimo el tema del respeto y el vínculo que generemos con personas, que sea más respetuoso. Escucharnos y que lo que digamos sea respetado. Y en los barrios populares sucede mucho que esa escucha activa no está. No está por parte del Estado en ninguno de esos territorios. El Estado en esos lugares está totalmente ausente, y eso se va repitiendo en todas las escalas. De adultes hacia niñes veías que el maltrato era muy fuerte porque justamente estas personas también eran muy maltratadas por otres, entonces era una cadena. Hoy en día eso se transformó. No lo puedo explicar, pero se transformó. Hay algo que claramente prendió. Se vio, y quedó. Hoy en el espacio de la EPPA la gurisada se autogestiona. Y lo hacen desde un lugar de mucho respeto. Algunas compañeras que este año empezaron a ir al Llamarada se sorprenden de cómo ellos sostienen su espacio y autorregulan sus energías. Con Jesús y con Tincho (compañeros de la EPPA) muchos años fuimos a separar peleas. Era una pelea constante entre ellos y mucha violencia. Y hoy en día eso no sucede.
La persona adulta en esta sociedad está en un lugar de poder frente a las infancias. Se trata de ser consciente de eso y limitarse una a ejercer ese poder, ¿no? Es un desafío.
El respeto se da en todas sus formas, no existe una jerarquía. Yo no te voy a respetar a vos porque sos adulta, te voy a respetar a vos porque sos otra persona, sos un ser humano, un ser vivo. No es porque tenga un cargo mayor o menor. Incluso este año con la huerta está el desafío hacia la madre naturaleza, sujeto de derechos. Estamos en una ronda y la voz de todes se tiene que escuchar. Esta asimetría de poder se da inconscientemente entre adultes y niñes. Pero la gurisada en la EPPA, por ejemplo, ya levanta su voz. Ya toma decisiones. Y eso es clave para cualquier ser humano. Tomar las propias decisiones y hacerse cargo. Nosotros mencionamos los acuerdos del espacio que construimos colectivamente… después tenemos que hacernos cargo entre todes. Entonces todo es mucho más tranquilo: yo decidí estar acá, fue mi decisión hacer esto. Y eso es indistinto de la edad.
¿Cuáles sentís que son las potencias y problemáticas puntuales del barrio?
Yo siempre digo que el barrio fue uno de los espacios donde más aprendí la capacidad de levantarte o resolver cuestiones súper complejas para la vida con muy poco. Entonces vos no le tenés miedo a la nada. Porque ya vivís en la nada. Con muy poco resolvés. No quiere decir que uno se vuelva conformista. Pero sí se me fue el miedo de no tener dónde vivir, dónde comer. Porque entendí que eso es casi imposible que sucediera. Nos hicieron creer otra cosa. A partir de ahí me animé a meterme en un terreno, por ejemplo, y exigir mi derecho a tener dónde vivir. Después las dificultades… Esto de poder estudiar, trabajar de ciertas cosas, andar por ciertos lugares, conocer ciertos espacios… opciones que una conoció por andar o por haber tenido otra crianza, otra experiencia de vida… muchas veces en los barrios populares eso no está. Ahora ya no, pero antes si les preguntabas a algunes niñes qué querían ser de grandes, te decían que querían trabajar de ciruja o en la cosecha. Sólo estas eran las opciones. No digo que sean malas pero claramente te limitan en un montón de cosas. Creo que esa es la mayor dificultad. Por eso para mí es re importante que existan estos lugares en los barrios, para que esté el abanico. Después cada cual elige, pero que estén las opciones. Si no están las opciones vos no podés elegir y vas a lo conocido. Eso pasa en la sociedad en general. Vas por esto porque es lo que conocés. Tu mundo no se amplía. Pero bueno, en los barrios por ahí es más acentuado porque muchas veces las opciones son más violentas.
La educación pública muchas veces hace agua. La mayoría de la gurisada no tiene el nivel de educación que se piensa en las escuelas. Las condiciones de la vida no están dadas para que eso suceda. En el barrio muchas veces no pasa que el adulto que está cerca les puede ayudar con la escuela, porque tampoco tiene ese nivel de educación que necesita en su momento. Entonces todo empieza a nivelarse para el mismo lugar. Y bueno, deserción. Muchas terminan repitiendo, abandonando. El sistema educativo no alcanza a cubrir las necesidades de la gurisada. Y no le echo la culpa, eh. Porque es muy difícil. Pero sí estaría bueno que se articule con los espacios que existen, por ejemplo la escuelita. Ustedes pueden cubrir esto y nosotros esto, y así trabajar en red entre las instituciones públicas. Habría muchos derechos que no se vulnerarían. Lo que falta es una interconexión entre espacios que estamos en el territorio y personas que están en una oficina trabajando, que haya esta red que fortalezca y esté al servicio. Lo mismo con el servicio del COPNAF, muchas situaciones de abuso, de violencia, que la gente del COPNAF no puede cubrir. Yo he intentado articular pero de repente responde a un orden jerárquico. He tenido contacto con las escuelas y COPNAF, y las veces que se ha necesitado han actuado, hasta ahí. Pero no es sistemático. Muchas veces es asistencialista. No hay un compromiso por resolverlo porque las instituciones públicas no dan abasto.
¿Podrías aclarar la diferencia entre asistencialismo y trabajo territorial?
En el asistencialismo seguimos repitiendo esta orden jerárquica. Y en el trabajo territorial la jerarquía no existe. Más allá de que inconscientemente pueda estar. Quien hace asistencialismo lo hace conscientemente y espera eso: No es un compartir, te estoy dando desde un lugar que yo pienso que vos necesitás, yo te asisto, no te pregunto, no estoy tratando de acompañarte en tus necesidades y de entender y empatizar con tu realidad. Al asistencialismo le falta mucha empatía. Y el laburo de territorio de muchos años, si te interesa lo genuino, es lo opuesto. Es un compartir. Lo que nos pasó un poco en la huerta fue esto: con Mariana Acosta llevamos propuestas súper interesantes y a lo último no se animaban a probar lo que ellos mismos habían cocinado. Y fue re loco. Eso lo traigo yo, te lo estoy mostrando desde mi lugar de haber podido tener otra alimentación, haber podido elegir qué alimentación quería… Pude animarme a un montón de cosas y no le tengo miedo y te lo muestro. Pero del otro lado hay una resistencia. Pero no es una resistencia fundada en la nada, está fundada en la experiencia de vida de otra persona. Entonces desde ese lugar una comparte: yo te muestro, te comparto, vos me compartís lo que considerás, lo que pensás y lo que traés. Y ahí surge lo que tiene que surgir. Es un aprendizaje empezar a soltar expectativas porque las expectativas siempre están dadas de una propia subjetividad. Nos llamó a la reflexión al grupo. Nosotres no queremos hacer lo que hacen tantas personas de mostrar una verdad, de que ustedes tienen que hacer esto. ¿Desde qué lugar? ¿Del lugar de privilegio? Estamos haciendo lo mismo que criticamos. No puedo pensar en ir y soltar, porque hay personas del otro lado, con historias de vida, que en muchos casos se conocen y en otros no.
Contame sobre el proyecto de la huerta comunitaria.
Viene de una manera hermosa. Somos muches acompañando y eso está re bueno. Lo que sí tenemos que proponernos es que haya gente del barrio que se apropie. Porque es todos los días. Cuesta entender: “Ah no, esto es de ellos. Esto es de tal. La escuelita de la Maru.” Si lo hicimos juntos, ¿qué pasa? Esa es una idea que hay que ir rompiendo: la jerarquía. Porque el mundo está pensado así, para responder a un orden jerárquico. Si vivimos en un mundo así no puedo pretender que se rompa todo eso de una. Es algo que construimos: “Ah, entendí que esto también es nuestro y tomo las decisiones”. El proyecto dura 12 meses, hasta julio del año que viene. Debería de acá a ese tiempo transitar más gente. Pero mientras tanto se van generando cosas re copadas para quienes se permiten participar de ese espacio. La gurisada ya habla de soberanía alimentaria… Es súper enriquecedor para todes, no terminás nunca de aprender.
Te pregunto algo yo. Las veces que nos han dicho para ir a la radio o cosas así, le digo que pregunten a las gurisas. Pateo la pelota porque considero que es ahí donde tienen que estar. Pero hace un tiempo empecé a ceder, porque me cansé de negarme. ¿Por qué vos considerás que yo tengo que hablar de la EPPA? ¿Por qué la entrevista tiene que ser conmigo?
Por varias cosas. Yo entrevistaría a todas. A las niñas, por ejemplo. Creo que por cercanía llego a vos. Considero que este espacio de entrevistas va abriendo el tema de lo comunitario. Siento que la Boca a boca tiene un círculo de personas lectoras y desde esa idea de cercanía intento hablar, ampliar. Creo que muchas personas te conocen, La Maru Igual que trabaja en la EPPA en Llamarada, pero tal vez nunca se preguntaron sobre tu trabajo en la escuelita. Te entrevisto como gestora cultural, como puente entre culturas.
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