las ciudades
la gente
los libros y se detuvo
la mano en visera al filo de su frente
inhalando arboledas y ríos
pantanos, mares y noches
mujeres, hombres y animales
tigres, leones y pájaros
lagartos y víboras
culebras
anilladas rojas, negras y blancas
las medias de chacarita
(de los flamencos)
al costado de la cama
tentar la lengua y la forma
entrando y saliendo
tejiendo
-texto, textura, tela-
motín de arcadas
navíos sobrevivientes de nocturnas marejadas
y hubo también
(hay en la lectura)
edificios y tantas otras luces
casas con escaleras salitrosas
mil botellas diferentes
pelos enredados en la rejillita del baño
donde también suceden
arañas que emergen
una tras otra
primero dos patitas, luego la cabecita,
peludas
ojonas
del tamaño de una mano
elásticas
se arquean
se mojan y no mueren
como las polillas que sí
que se aplastan húmedas
en los baldosones de un patio al que se sigue yendo
leyendo
donde hubo también
(hay)
viento soplado en la cara
saberlo todo querer
acierto de la impósibilidad y cólorin sin cólera:
no son tarántulas
sólo una paz imprecisa.
Hernán Lasque
